Alberto Sordi solía decir de Roma que había que «pasearla», y sus palabras nunca fueron más ciertas. De hecho, cada paso en Roma es un eco en la historia, sus lugares culturales se han hecho icónicos gracias a la tradición y a las personalidades que los vivieron.

Desde el Coliseo, pasando por la Via dei Fori Imperiali, hasta el Capitolio, no solo vemos el triunfo del gladiador, sino la elegancia de las mujeres que hicieron historia en Roma con vestidos blancos y ligeros, decorados con detalles dorados e impresionantes accesorios. Las túnicas de las mujeres romanas ya se asemejaban a las prendas masculinas, con los escotes o los largos como únicas marcas distintivas. Además, los tejidos eran frescos y finos: del lino al algodón puro.

El Renacimiento trajo consigo un nuevo arte de la sastrería. Los tejidos llegaban de lejos, y los maestros del hilo los trabajaban en Italia. Los vestidos se volvieron ligeros y esculturales, mientras que los colores y los estampados comenzaban a engalanar el armario de las mujeres renacentistas. A su vez, la ciudad acogía el fruto del arte de los grandes maestros del Renacimiento.

La dolce vita es un «estilo de vida». Tras las amplias faldas midi de los años 50 que la legendaria Audrey Hepburn estrenó en Vacaciones en Roma al volante de su icónica Vespa, en los 60 la feminidad estalla y se manifiesta a través de prendas más seductoras y elegantes. Así, encontramos desde la falda de tubo al vestido negro, pasando por las blusas y las transparencias, los pantalones de talle alto y los crop tops. El Made in Italy da la vuelta al mundo y convierte a Roma en un icono de la moda.

Estamos muy lejos de la época dorada del cine, la Via Veneto y las vacaciones romanas. Así pues, Roma irrumpe en el mundo contemporáneo con su encanto inmortal, y en ella aparecen mujeres nuevas, seguras de su feminidad, protagonistas de la sociedad. Menos divas pero más elegantes y fuertes que nunca. Luz verde a los trajes estructurados que apuntan al mundo profesional y de liderazgo, o a vestidos cómodos y elegantes para recorrer las calles de la capital con confianza. Eso sí, también en clave romántica y ultrafemenina, a veces con una mirada retrospectiva, para aprender, pero sobre todo para no dejar nunca de soñar.