Gusto, refinamiento, sastrería, elegancia, belleza... Cuando hablamos de Made in Italy, estamos haciendo referencia a mucho más que un estilo. Y, sin duda, a mucho más que un producto. El Made in Italy es un ideal, un estilo de vida que envidian y admiran en todo el mundo y del que las mujeres italianas han sido orgullosas embajadoras a lo largo de los años.

Pero esa feminidad puramente italiana que hoy domina el mundo de la moda, empezó, como todas las grandes historias, con un acto de fuerza y valentía. En los años 40, las mujeres hicieron de la libertad su traje más importante. Los colores y tejidos, a veces adoptados de la ropa masculina, se convirtieron en el himno de una feminidad orgullosa. Distinta de las revistas de moda, pero viva y vigorosa en nuestra tierra; hoy emblema del estilo Made in Italy.

Durante la posguerra, tras años de carencias, esas mismas mujeres recuperaron su imagen, fortalecidas por la certeza de que podían marcar la diferencia en el mundo. Y es bajo la bandera de la reconstrucción que la confección se tornó sencilla y estructurada, adecuada para las mujeres que se esforzaban cada día por ayudar a levantar un país.

Popular, burguesa o aristocrática, la feminidad adopta las líneas de una personalidad consciente y libre, que actúa y piensa con originalidad.

La moda se convierte en la mejor aliada de las mujeres que quieren contar su historia y hacer oír su voz, pero también redescubrir y realzar su cuerpo sin sentirse sometidas a los cánones. Desde las suaves líneas de Monica Bellucci, pasando por la sutil belleza de Maria Carla Boscono, hasta la sencillez de Margherita Buy: hoy, la feminidad es libre.